BIOGRAFIAS DE LANZAROTE




Biografía de Alfonso Espinola Vega

Infancia

D. Alfonso Espinola Vega.
Nacio el 22 de diciembre a las seis de la noche del año 1845. Fue bautizado en la iglesia mayor de Santa Maria de Guadalupe de la Villa de Teguise, por el parroco Don Sebastian Mesa y inscrito en el libro 24 en su folio 198. A los 5 años se queda huerfano de padre tras este contraer el colera en un improvisado hospital en el barrio de San Jose donde auxiliaba a manos llenas a tantos desvalidos afectados por el mal y negandose a seguir la ruta de los notables que huyeron hacia los campos para librarse de la muerte.
A los 7 años se hace cargo de su educación y la de su hermano un muy buen amigo de su padre Don Alfonso Gourié. A quien debió la ruta que siguió después y a quien veneraba como su salvador, no olvidándose jamás en cuantos sitios derramo su ciencia y bondad. Ingresó en el colegio de Las Palmas, entregando al capitan del barco que le traslado desde Lanzarote las pequeñas cantidades de dinero que le regalaron sus familiares y amigos a su salida, para que al regreso del barco se la dieran a su madre.

Juventud

A los 15 años terminó sus estudios en el colegio, obteniendo en todos sus examenes la nota máxima con especiales felicitaciones en algunos de ellos. Regresando a Lanzarote junto a su madre.
A los 19 para estudiar la carrera de medicina, fue primero a sevilla y despues a cadiz, donde cursó carrera durante 5 años. El dia 15 de junio de 1869 obtuvo el titulo de le habilitaba para ejercer la medicina.
Con 24 años regresa a Teguise a casa con su madre donde abrió su consulta. Con sus inquietudes intelectuales y artísticas aprende a tocar el violín, el piano, la guitarra y la flauta, con tal facilidad que le permitió componer canciones y bailables.

Madurez



Al cumplir los 26 años, contrajo matrimonio con Doña Enriqueta Aldana Vega de 18 años y pariente. En la parroquia mayor de Santa Maria de Guadalupe.
Durante los siguientes 8 años ejerció su profesión sin preocuparse de horario ni distancias para auxiliar al enfermo. Cuentan que un día, requerido urgentemente para prestar asistencia a un paciente, se encontró con que el único camello del que disponía para cumplir su cometido, estaba en época de celo y por consiguiente corría el peligro de que el animal lo tirara a tierra para golpearlo hasta matarle. Ante el cuadro, el camellero insistía en que no debía montarlo, pero cono su deber era superior al peligro, se llenó los bolsillos de puros habanos y, fuma que te fuma aturdió con el humo los sentidos del animal, logrando apagar la terrible excitación y llegar al punto de destino.
A los 32 años siendo un demócrata ferviente y justo, siendo esta muy posible la razón de su marcha de la isla en el año 1878, Espinola sin más pertenencias que su mujer y sus tres hijos, se establece en Montevideo, Uruguay. Pocos meses después de su arribada a la ciudad y tras darse cuenta de que ya había muchos médicos en la misma, comenta “en Montevideo no hago falta pues hay muchos médicos. Me voy a Las Piedras que no tienen ninguno.” Decidió abandonar Montevideo y establecerse en San Isidro de Las Piedras, donde en aquel momento, no había ningún médico. Durante cuatro años trabajó con gran dedicación en esta ciudad.
En 1881 despertó una gran epidemia de Viruela que afectó a todo el pueblo. Siendo el único médico de la ciudad curó a muchos enfermos con un tratamiento que no dejaba secuelas en los mismos. Residió durante 15 días y 15 noches cerca de la plaza, bajo unas higueras, con el fin de estar cerca de los enfermos y poderlos sin pérdida de tiempo. Tras conocer la noticia de que dos médicos jóvenes querían vivir en Las Piedras, pero tenían miedo de no tener enfermos a los que curar debido a la fama que había cosechado Espínola, este decidió irse a vivir con su familia a San José. En esta ciudad siguió desempeñando el oficio de médico.
En ese periodo, azotó a la ciudad una epidemia de viruela tan terrible como la que había padecido antes en Las Piedras. Por su sacrificio y magnifica labor, el General Don Máximo Santo, le ofreció el cargo de médico mayor del ejercito, cargo que no aceptó por entender que hacia mas falta en San Jose de Mayo. Por esta campaña le condecoraron con la orden humanística de Paris y también por el gobernador de Italia con la orden de los caballeros salvadores de los alpes marítimos.
En 1886 el mismo presidente de la republica le nombra médico de lazareta de la isla de las flores. Aceptó desempeñando el cargo durante dos años que le tuvo alejado del ejercicio diario por que su honradez le declaraba incompatible con cualquier otra actividad. Un día desembarcó en el establecimiento un cuarentenario que en gravísimo estado falleció en el Hospital a pesar de la asistencia cariñosa que le prestó. Enterada la esposa de su conducta el envió desde Alemania por intermedio del entonces Jefe de Sanidad Dr Herrero y Salas, una suma de dinero que Espinola rechazo. Siendo esta el motivo de la ruptura de la relación entre ambos médicos. Desde su llegada a esta población, fue nombrado médico honorario del Hospital donde presto inestimables servicios, llevándose a veces enfermos a su propia casa, cuando ya no quedaban habitaciones en el Hospital. Por todo esto fue llamado precursor de la asistencia pública en Uruguay. “Padre de los pobres”, “Martir de su profesión” y “Benefactor de la humanidad”.
En el año 1899 creó el Laboratorio Microbiológico Antirrábico "Dr. Ferrán" junto con el Dr. Jaime Garán. Este laboratorio fue el primero de Sudamérica. El médico pasaba muchas horas junto al lecho de sus semejantes, no distinguiendo entre pobres y ricos. Además cobraba poco y, muchas veces, lo que cobraba lo daba a otras personas. Tuvo que cerrar el laboratorio por falta de recursos, le gustaba enseñar sus conocimientos en el Centro de Instrucción de 2ª de enseñanza que fundó algunos años en San Jose impartía curso de historia natural, idiomas y astronomía.

Vejez

Muere tras una enfermedad de corazón que le hace postrarse en cama y aún en ella no pudo permanecer silencioso a las plegarias de angustia que a su bondad y competencia acudían. Una noche ya enfermo ingnorando los consejos de su esposa e hijos que le velaban , abandonó su lecho de muerte para atender a un paciente que no encontraba asistencia médica. Sin fuerzas hinchado por el edema y obedeciendo a la conciencia de su sacerdocio, marcho a pie a cumplir con su deber. Cuando regresó de su visita, ya agonizando, no pudo subir el umbral del zaguan y falleció pocas horas despues. Eran las tres de la mañana del 20 de julio de 1905 aún no habia cumplido los sesenta años.