BIOGRAFIAS DE LANZAROTE




Biografía de Jose Molina Orosa

Infancia



D. José Molina Orosa.
Más conocido como el "médico de Lanzarote", José Molina nació el 18 de diciembre de 1883 en Arrecife.
Fueron sus abuelos paternos José Molina Cruz, comerciante que se trasladó a Arrecife desde Moya (Gran Canaria) en 1839, y Basilia Pérez Camacho, natural de Arrecife. Y sus abuelos maternos, Antonio Orosa Borrego, natural de Santiago Despasande (Lugo), y Francisca Sánchez López, natural de Santa Cruz de La Palma.
Es el mayor de cuatro hermanos varones, precedido por Leticia y sucedido por Angelina: José (él), Gonzalo, Manuel y Antonio.
A los dos años de edad contrajo una severa parálisis infantil, según se relata en el libro que recopila su vida bajo el nombre de José Molina Orosa, el médico de Lanzarote, a causa de la cual quedó con una acentuada atrofia muscular de las extremidades inferiores para el resto de su vida, hecho que quizás fue determinante a la hora de inclinarse por una carrera profesional.
El sufrimiento del propio Molina, causado por las enfermedades que marcaron su trayectoria vital desde la más tierna infancia, comprometió al generoso médico para el resto de su vida en el desempeño de la profesión, siempre dispuesto a prestar ayuda incondicional a todos los lanzaroteños, sin tener en cuenta los honorarios que por su trabajo debiera percibir.

Juventud



Terminado el bachiller a los 15 años de edad, Molina se traslada a Cádiz para realizar un curso preparatorio para ingresar en la facultad de medicina, pero la mala suerte vuelve a cruzarse en su camino en forma del tifus, que además de apartarle de los estudios por espacio de tres años deja importantes secuelas en su salud.

Madurez



Se establece en Arrecife, después de haber rechazado el puesto de Médico de la Embajada española en París y las sugerencias de sus amigos canarios de profesión para que se estableciera en Las Palmas de Gran Canaria. Al poco de llegar fallece su madre, Doña Angelina Orosa Sánchez de una grave enfermedad intestinal.
Se enfrenta al “azote de las enfermedades infecciosas. No se conocían las sulfamidas ni los modernos antibióticos; la organización sanitaria era defectuosa, por no decir improcedente, y sólo se contaba con dos salitas construidas en 1902 [...] tampoco había facultativos. Ni practicantes ni enfermeros [...] Por otra parte, la milagrería y el curanderismo reinaban a placer. ¿Cómo ejercer la Medicina seria y sistemáticamente en semejantes circunstancias? Don José, un mozo casi, no se amedrenta. [...] Médico y misionero afronta valientemente todas las pruebas y las decepciones”.
1913. Consejero del Cabildo constituyente. Perdió la presidencia por un voto: 10 votos alcanzó Don Domingo Armas Martinón y 9 él16.
En octubre se inaugura la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de la que sería fundador y primer director.
Sobre la situación de Arrecife se escribió: “Los callejones que atraviesan las calles encuéntranse convertidos en retretes públicos. En el populoso barrio del Lomo existen estercoleros que constituyen los mayores focos de infección [...] Los alrededores del Charco de San Ginés están intransitables por la basura que en ellos se arroja y esto produce una fetidez espantosa”.
1914. Es elegido Presidente de la Sociedad Democracia.
1916. Director del Hospital de Nuestra Señora de los Dolores, donde trabajaba como médico honorario. Desde 1882 este hospitalito era el único centro sanitario de la isla, contaba con cuna de expósitos y dos salitas construidas en 1902 por suscripción popular bajo la iniciativa del párroco don Manuel Miranda Naranjo para la asistencia de los numerosos enfermos pobres. Sucede al doctor don Francisco Hernández Arata. Sería para él “su ‘Hospital de Dolores’, de la Plaza de la Iglesia, pequeño pero blanco, limpio y eficaz”.
1920. Contrae matrimonio a sus 36 años (muy tardío para la época) en Tinajo con Doña Inocencia Aldana Lorenzo.
1924. Sobre la situación de Arrecife: “[...] gripe, sarampión ... y la miseria y el hambre retratados en la cara [...] No es exageración. Todas estas plagas y algunas más han caído sobre nuestra pobre isla. No hay carne, no hay agua [...] la higiene brilla por su ausencia”.
1931. El Cabildo adquiere un solar colindante con el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores para proceder a su ampliación. Se terminan las obras a finales de 1932, quedando el primitivo como Casa de Asilo de Ancianos.
1936. “Durante la guerra del 36, a un trastornado envidioso-rencoroso (que penosamente tenía mando) se le ocurrió el disparate de intentar hacer daño a Don José. Fue tan atrevido que incluso ordenó su detención por “motivos políticos” (¿?) con el malsano deseo de “enviarlo” a Las Palmas. La absurda, brutal, cobarde y negativa mala noticia corrió como la pólvora por la Isla. El día siguiente el pueblo se “arremolinó” de tal manera a la entrada del Muelle que el vil mandador tuvo que desistir de su “ridícula” pretensión, quedando las cosas muy claras y Don José libre de acusaciones y falsas denuncias”.
1937. Se establece una Junta de Protección a los tuberculosos y un centro de Higiene Local, por la labor de José Molina, Domingo Armas de Páiz, Rogelio Tenorio y Pedro Cerdeña Bethencourt.
1940. Cofundador de la “Fiesta de la flor” que en los años 1940-50 se celebraba anualmente para recolectar, mediante huchas y mesas, ayuda económica para la lucha antituberculosa.
1944. Se crea la “Casa del Niño”.
1950. Fruto de su incansable labor y tras una larguísima, tenaz y dura lucha humana,—“heroico batallador de la salud pública” lo denominó Agustín de la Hoz— se inaugura el Hospital Insular, considerado el “anhelo de su vida”, por el Jefe del Estado. Don José sería director hasta el momento de su jubilación.

Vejez



1966. Muere Don José en olor de multitud a los 82 años de edad.
En 1981, después de quince años de ser enterrado en el viejo cementerio de Arrecife, con motivo de la exhumación de los restos mortales para depositarlos en una pequeña caja y llevarlos al nuevo cementerio de San Román junto al cadáver de su esposa recientemente fallecida, se observó con asombro que en vez de huesos apareció el cadáver íntegro sin descomponer, por lo que hubo necesidad de colocarlo en un ataúd normal para su traslado. Hecho insólito, sin precedentes en el archipiélago.